lunes, 1 de noviembre de 2010

El ministro que entró a cesárea

Para calmar su ego le enseñé a caminar sobre la línea de la paranoia, para así vencer a su sentido de dirección atrofiado.
Las reglas de conversaciones de las putas
Las claves para estonear a sus neuronas,
Los callos de la mano de Dios (la izquierda)
Los residuos de mis muertos en Siberia,
La culpa de la mariposa asesina,
El cadáver de la hormiga reina,
Las lágrimas rosadas de las mujeres a los 14,
Y su aliciente capataz cerebral se negó a rendirse en la batalla, no siguió las reglas,
No le mintió a las doncellas, se chupo todas las ruinas baratas de Zeus y se embarró en las
Lágrimas de sus máscaras moradas.
Pierde todo sentido de guarnición, abandona la barricada de alcohol, muerde tu labio inferior buscando consuelo y la sanadora de las alcantarillas te escuchará atenta en alguna audiencia.